Sor Mónica de Jesús se llamaba Basilia
Cornago Zapater. Nació en la villa de Monteagudo (Navarra) el 17 de mayo de
1889. Sus padres eran muy buenos cristianos y tuvieron diez hijos; tres de los
cuales, consagrados a Dios: sor Mónica, sor Sacramento, religiosa en su mismo
convento, y el padre Tomás. Todos de la misma Orden de agustinos recoletos.
También tuvo una sobrina religiosa, sor Dolores, de la misma Orden y dos
sobrinos de la Orden hospitalaria de san Juan de Dios, Roque y Benjamín.
Sor Mónica fue bautizada el mismo día de
su nacimiento en la iglesia parroquial de su pueblo. El sacramento de la
confirmación lo recibió antes de cumplir un año de vida, en la misma iglesia
parroquial, por el obispo de Tarazona Juan de Soldevilla.
Sor Mónica de Novicia |
Cuando tenía cinco años de edad le dieron
en una casa un poco de queso para merendar y, cuando se enteró de que era
robado, le sentó mal y fue a pedir perdón al sacerdote del pueblo y a sus
padres por haber cometido, según ella, un gran pecado.
Ya desde muy niña tenía inclinación a la vida
religiosa. A veces, siendo ya jovencita, se pasaba toda la noche en la iglesia
y su madre tenía que ir a recogerla en la madrugada. En alguna oportunidad, se
equivocó de hora y fue a la iglesia a las tres de la mañana, queriendo llegar
la primera al templo para estar con Jesús.
Basilia era regordeta, de ojos grandes y
algo alta; de carácter fuerte, pero alegre y simpática. Siempre dispuesta a
hacer favores a los demás. De los 16 a los 19 años estuvo en la casa de su
abuela Simeona, atendiéndola. También estuvo varias noches seguidas velando a
una amiga, llamada María Planillo, que estaba tísica, hasta que murió a los
pocos días. Era tan caritativa que, algunas veces, les daba a los pobres hasta
las patatas que su padre tenía para sementera; pero al enterarse éste, ella se
humilló y le pidió perdón.
Hizo su primera comunión el 16 de mayo de
1901, a los doce años. Ese fue un gran día para ella. Dice su director
espiritual: El día de su primera comunión vio al niño Jesús
en la hostia en el copón. Su ángel (a quien llamará siempre el hermano mayor)
la acompañó todo el día hasta la comida de la casa. Era muy pequeño, pero
de esto nada dijo ella, porque creía que todos lo veían.
Ella misma en una carta le decía a su
director el padre Eugenio Cantera: La primera vez que recuerdo haber
visto al ángel fue el día de mi primera comunión. Pasamos a comulgar con las
velas encendidas en las manos y yo casi me enciendo el manto blanco que
llevaba, pues no me fijaba en nada y, entonces, fue cuando vino el ángel y me retiró
la vela y la tuvo todo el tiempo que había que tenerla encendida. Lo mismo hizo
en la procesión con la vela que, por cierto, recuerdo que en la procesión a una
niña se le incendió el manto y se quemó parte de la cabeza.
P. Ángel Peña Benito, OAR
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